01 octubre 2007

El día del economista o el retorno de la economía política, por Mario Rapoport

Publicado en BAE, viernes 21 de septiembre de 2007) El 21 de septiembre se celebra el día del economista. Recordemos que la crisis argentina de 2001-2002, la peor de su historia, no sólo provino de factores objetivos internos y externos, con raíces históricas, sino que fue producto de las recetas de un dogma económico, que de la mano de la pretendida liberalización y apertura irrestricta de la economía, de la desindustrialización, de la venta de los activos nacionales, del endeudamiento externo y de la revaluación mágica de la moneda a través de la ley de hierro de la convertibilidad, llevaron a altas tasas de desocupación y pobreza y a la marginalización de buena parte de la sociedad en beneficio de unos pocos. Pero la “economía política”, retomando su nombre original, que los economistas neoclásicos han reducido con propósitos “ascépticos”, tenía fundamentos muy distintos según sus más caracterizados exponentes. A su modo, y respetando las diferencias, los teóricos económicos que verdaderamente cuentan son pocos y todos ellos revulsivos o revolucionarios para sus respectivas épocas, como Smith, Ricardo, Marx y Keynes, hoy ignorados o apenas estudiados en nuestras universidades.
En tanto impulsor del naciente capitalismo, producto de la primera revolución industrial, Adam Smith, con su teoría del libre cambio, procuraba terminar con los abusos del mercantilismo y del monopolio colonial y con el despotismo económico de las monarquías absolutas, liberando a las fuerzas productivas de los obstáculos que existían entonces para su desarrollo. Su continuador, David Ricardo, también se enfrentó a enemigos poderosos. Su esquema de las ventajas comparativas y su énfasis en el reparto de los ingresos como base del análisis económico tenía objetivos concretos: la defensa de los intereses de una clase, la burguesía industrial inglesa que buscaba desplazar definitivamente a la vieja aristocracia terrateniente. No es necesario enfatizar a que intereses se oponía Carlos Marx, pero lo que suele olvidarse es que tu teoría del valor y de la acumulación del capital, no sólo constituía una crítica de las de sus antecesores, sino que se basaba en una abundante serie de informes y datos estadísticos que describían las paupérrimas condiciones de vida y de trabajo de los trabajadores ingleses

John Maynard Keynes, también fue un hombre de su época y un enemigo de intereses e ideas predominantes. A mediados de los años 20 criticó acerbamente el laissez faire reinante en el comercio internacional y la vuelta a la convertibilidad de la libra esterlina, señalando los prolegómenos de una posible crisis económica y financiera a nivel mundial, que estallaría en 1930. En 1936 publicó su Teoría General en donde fundamentaba la necesidad de la intervención del Estado en la economía frente a la incapacidad de los mercados para resolver los problemas generados por la gran depresión.. Smith, Ricardo, Marx y Keynes, fueron economistas comprometidos con su tiempo que iban a contramano de las ideas predominantes y de los “pensamientos únicos” de sus respectivas épocas. Este fue el sentido que le dieron a la ciencia económica los primeros economistas argentinos.

Así fue el caso, en el siglo XIX, de Manuel Belgrano, que inspirado por las ideas fisiocráticas propuso, como secretario del consulado de Buenos Aires, medidas que procuraban estimular el rol de la agricultura frente al predominio de una economía bonaerense rudimentaria, basada en una explotación ganadera primitiva. O de Juan Bautista Alberdi, cuyo liberalismo tenía como propósito adoptar las reglas del juego existentes en los países capitalistas avanzados de su época. Posteriormente debemos recordar a José A. Terry, Ministro de Hacienda y uno de los más lúcidos analistas de la crisis de 1890, o a Juan Álvarez, que analizó el factor económico en las guerras civiles argentinas, sentando las bases de los estudios de historia económica en el país.

En las primeras décadas del nuevo sigilo sobresalió la figura de Alejandro Bunge, que introdujo métodos cuantitativos para medir la actividad económica en la Argentina. Sus escritos fueron publicados en la Revista Económica Argentina, que fundó en 1918, y en su libro Una Nueva Argentina, de 1940, donde a contrapelo con las ideas dominantes sostuvo tesis que señalaban el fin del modelo agroexportador y la necesidad que el país inicie un sendero de industrialización. En la década del 20 comenzó a emerger, también, la personalidad de Raúl Prebisch, cuyos trabajos, tanto teóricos como desde la función pública, fueron fundamentales para la ciencia económica, con especial interés para las economías latinoamericanas. Sobre todo, su análisis sobre el rol del endeudamiento externo en la historia económica argentina, origen de sus ideas sobre las relaciones centro-periferia.

Pero fue entre 1955 y 1965, la década “dorada” de la economía política en la Argentina y de su definitiva profesionalización, mediante la creación, en 1958, en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, de una carrera propia. En ella tuvieron que ver una camada de brillantes profesores y de destacados alumnos. Entre los primeros debemos mencionar especialmente a Julio H. G. Olivera, que fue fundamental en la formación de notables economistas tanto en los años previos a la creación de la Licenciatura, como una vez que esta fue instaurada. Por esos años, Olivera contribuyó a la comprensión de los procesos inflacionarios en la Argentina a partir de su teoría no monetaria de la inflación, que sería el punto de partida para las teorías de la inflación estructural. Entre los primeros y brillantes profesores de la Licenciatura en Economía debemos mencionar a Aldo Ferrer -autor del ya clásico La economía argentina y fundador de la revista Desarrollo Económico- Leopoldo Portnoy, Guido Di Tella, el sociólogo Sergio Bagú, los historiadores José Panettieri y Horacio Pereyra, entre muchos otros. Entre los primeros alumnos y egresados más destacados de la nueva carrera hay que señalar a Miguel Sidrausky, que contribuyó con un trabajo seminal al desarrollo de la teoría económica; a Oscar Braun, igualmente relevante por sus análisis sobre el intercambio desigual; a Héctor Diéguez, quien realizó los primeros estudios comparados entre el desarrollo de Argentina y Australia; a Manuel Fernández López, un estudioso del pensamiento económico argentino; a Héctor Walter Valle, analista de la historia económica argentina y de sus avatares coyunturales.

En la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, su Consejo Directivo designó en 1961 a Julio Olivera director del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, el primero de ese tipo creado en la Universidad, institución que ya tiene una extensa y valiosa destacada académica. La creación, después de la vuelta de la democracia, en 1985, del Instituto de Investigaciones de Historia Económica y Social, ayudó, a su vez a revalorizar la historia económica en la línea de los trabajos pioneros de Ricardo M. Ortiz, Leopoldo Portnoy y Aldo Ferrer. Y, como el ave Fénix, la economía política también resurgió en Argentina de sus cenizas neoliberales, a partir del formación, en el año 2000, del grupo del mismo nombre, que reúne a una treintena de destacados economistas y realizó valiosas contribuciones, en el marco de un enfoque heterodoxo de las políticas económicas, que contienen un diagnóstico crítico del modelo neoliberal impuesto en los años 90 y aportes para lograr una salida a la crisis del 2001-2002. En esos senderos se bifurcan las nuevas corrientes de la economía política argentina.

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